martes, 18 de marzo de 2014

Apuntes de "El viento que arrasa" de Selva Almada

1.

Por diversas cuestiones – que no atañen al libro sino a los quehaceres cotidianos- dejo de leer en el capítulo 10.
 Impresiones: el lenguaje del Reverendo es todo el tiempo intercedido –interceptado- por la palabra de Dios. Se cree un transmisor de esa palabra. Esto se convierte no sólo en una teoría del lenguaje, también en un modo de leer la historia, las relaciones humanas, los afectos. Causa miedo esa impresión del mundo, escalofríos. Se siente el poder de una cosmogonía que fagocita al Reverendo y que hace interpretar, desde esa óptica, todo lo que lo rodea.
Cómo no debe terminar la novela: si termina en un delirio místico sería asquerosa. El Reverendo debe seguir interceptado por ese andamiaje teórico-simbólico que lo estructura.
La hija, tal como la madre del Reverendo, se ríe de esa lógica y entiende sólo su valor de cambio.  Esta lógica es bastante milenarista y apocalíptica pero esconde la ganancia monetaria del Reverendo. Tapioca: ingenuidad ante el sistema teórico-simbólico del Reverendo. Brauer: indiferencia, conocimiento del entramado fe- dinero.

2.

Leí hasta el capítulo 14. Si Barthes hablaba de El extranjero de Camus como una novela solar. Esta también podría ser otra novela solar pero ya no existencialista sino evangelista. El sol que pega en la cabeza de los cuatro personajes, la cerveza que genera un efecto de mareo con el sol, vuelve todo más denso, como así también se vuelven las relaciones entre ellos cuatro.

3.

Novela terminada. La lluvia desencadena el ocaso de Brauer. Frente a la lógica interceptada del Reverendo, la lógica del mecánico (una especie de fe en la naturaleza) es nula. Resignación pero también robo y alienación de su “hijo” Tapioca. Ruptura de las cuatro personas donde sólo el Reverendo sale ganando.

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